La acción pastoral de la Iglesia que está emergiendo con el Covid-19
“¡El vino nuevo se echa en odres nuevos, y así se conservan los dos” (Cfr. Mt. 9, 14-17)
La pandemia es una experiencia “des-estructurante” que estamos viviendo de manera muy diferenciada y segmentada en cada país. Sus consecuencias son y serán visibles en todos los aspectos de la vida de las personas y en todos los sectores de la sociedad, ante un cambio de época que tomó fuerza propia. Esa es la naturaleza de las emergencias: aceleran los procesos históricos, exigen decisiones rápidas que en tiempos normales llevaría años tomar; ofrecen tecnologías incipientes que se introducen a toda prisa en la vida diaria de todos.
Es un tiempo de preguntas, más que de respuestas, y trae consigo cambios que muchos no alcanzamos aún a comprender, por lo que se nos dificulta tener una respuesta adecuada y pronta ante la profundidad y rapidez con la que están sucediendo.
Como discípulos misioneros, corremos el riesgo de caer en la tentación de dejarnos arrastrar por la corriente o de quejarnos continuamente, de compararnos con los demás, de endurecer el corazón y cerrarlo al Señor; del individualismo y de caminar sin rumbo, quedándonos instalados o sin metas, en un contexto en el que como Iglesia hemos de reconocer que “no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados”.
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